El consumo de vino tinto reduce el riesgo de infarto al miocardio, limpia las arterias, retrasa el proceso del envejecimiento, disminuye el estrés, optimiza el funcionamiento de los riñones, reduce los efectos de la menopausia, mejora la digestión, combate la anemia, elimina con mayor facilidad las toxinas, atenúa la pérdida de enfermedades, combate alergias y asma.
Desde hace algún tiempo diversas líneas de investigaciones han destacado los efectos positivos de un consumo moderado de vino tinto, sobre todo en las comidas. Sabemos que el consumo excesivo puede acarrear numerosos problemas, desde procesos agudos de embriaguez hasta el alcoholismo. Por ello, los expertos recomiendan no pasarse de dos copas de 120 mililitros diarios de vino tinto, esa es la cantidad adecuada para alcanzar beneficios afirman los expertos. Otro dato interesante es que las mujeres deben consumir sólo una copa al día pues su metabolismo es más lento que el de los hombres.
Los vinos, aparte de su componente en alcohol, incorporan otros componentes como los polifenoles que son antioxidantes, muy positivos para el tratamiento del estrés oxidativo y en la lucha contra los radicales libres. Estudios serios resaltan que el alcohol etílico y los compuestos fenólicos son los responsables de los beneficios del vino sobre la salud humana: entre ellas, el efecto protagonista del resveratrol, del cual se ha demostrado que inhibe las lipoproteínas de baja densidad, actúa como antiagregante de plaquetas y desde hace algún tiempo se publican en revistas científicas importantes estudios relacionados con la actividad quimiopreventiva del resveratrol contra el cáncer. «El resveratrol en particular y los polifenoles en general -sustancias que se encuentran en el vino- tienen efectos positivos en el control de las células cancerosas, a las que provoca la muerte por la desactivación de una proteína necesaria para su multiplicación».
Decenas de plantas, entre ellas la vid, contienen esta sustancia que, curiosamente, ha sido identificada recientemente como uno de los componentes activos del Kojo-Kon, una medicina natural popular antiarteroesclerótica muy usada en China y Japón.
El equipo del doctor P. Jeandet, de la Universidad de Borgoña, Francia, es uno de los que con mayor dedicación ha indagado sobre la presencia del resveratrol en las uvas y el vino.
Químicamente, el resveratrol es el trans-3,5,4’-trihidroxiestilbeno y una fitoalexina que se produce como defensa de las uvas viníferas ante la infección por hongos, especialmente frente al responsable de la botritis, el hongo Botrytis cinerea.
También se ha comprobado una menor incidencia de alzheimer y demencia senil en los ancianos que beben vino. «El resveratrol dificulta la formación de placas cerebrales», añaden. Parece que el consumo moderado de este “alimento” está indicado, incluso, para las personas que padecen degeneración macular (enfermedad ocular que cursa con pérdida progresiva de la visión). Según un estudio del hospital universitario de Washington, la degeneración macular asociada a la edad, fue 19% menor en los consumidores de vino que en los abstemios.
Al no concentrar el colesterol en la sangre, el vino es un excelente agente para prevenir enfermedades cardiovasculares. Estudios epidemiológicos han demostrado, además, que el consumo moderado de vino tinto tiene un efecto antiinflamatorio que retrasa el desarrollo de la arterioesclerosis al actuar sobre el «colesterol malo».
Otra enfermedad vascular que produce gran mortalidad en el mundo occidental son en los accidentes cerebrovasculares isquémicos. También en esta patología, el vino resulta ser un agente protector, al igual que en la osteoporosis.
A pesar de todos los efectos positivos del consumo de vino tinto el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) recomienda que las personas que no deben consumir vino tinto son: menores de edad, personas con diabetes, pacientes con enfermedades terminales, personas embarazadas y personas con colesterol elevado. Los estudios continúan. Procure la moderación.
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