El vino nos ha acompañado desde tiempos remotos, degustarlo solo o en compañía, hace que cada momento se vuelva único e irrepetible. Es por esto, que “el vino se bebe en copa de cristal para poder tener una experiencia sensorial y disfrutar todas las propiedades y características del vino (vista, aroma y sabor)”
La copa de vino es inerte y completamente trasparente para dar paso a los verdaderos colores, olores y sabores del vino. No debe tener tallados ni diseños. Además, debe tener un “tallo” para ser sujetada sin que se afecte la temperatura del vino.
La copa de vino en nuestros días debe ser más grande para el vino tinto y más pequeña para el vino blanco, está pensada para que cuando nos acerquemos al vaso nos encontremos con nuestra nariz apreciando aún antes del primer sorbo las cualidades del vino.
Si bien el envase que contiene la bebida no hace a la calidad de esta, -en el caso de muchos vinos sobre todo los tintos, la copa en donde se sirve puede influir en su sabor y en cómo se lo percibe.
Para elegir una copa adecuada, se deben tomar en cuenta; el material liso y transparente, el tamaño debe ser suficientemente grande para poder recibir la cantidad necesaria de vino y la forma de la copa, esta determinara el tipo de vino que vamos a degustar.
“Los cuidados que se deben dar a las copas de vino son lavar con agua caliente y enjuagarlas bien, pues las moléculas de detergente tienden a pegarse en las paredes. No hay que secarlas con repasadores, que dejen pelusa u olores. Lo ideal es colocarlas boca abajo para que el agua escurra”.