El dicho popular que todos conocemos “Desayuna como un Rey, almuerza como un Príncipe y cena como un Mendigo” ha sido confirmado por estudios que además, muestran sus grandes beneficios a la hora de perder peso y mantener el descenso logrado por un largo tiempo repercutiendo favorablemente en el peso corporal.
Invertir el orden alimenticio, haciendo desayunos más variados y generosos, y cenas ligeras y más moderadas, es entrar en armonía con nuestro reloj interno, pues es por la mañana cuando todos los órganos están pletóricos y necesitados de un buen desayuno. En cambio, a partir de las siete de la tarde que todo nuestro organismo, (aunque no nos demos cuenta), se empieza a preparar para el reposo, enlenteciéndose su metabolismo.
Investigación estadounidense muestra que una dieta rica en carbohidratos y proteínas, que concentra la mitad de las calorías en el desayuno, es efectiva a largo plazo. A diferencia de los que se cree, las dietas bajas en carbohidratos originan resultados que no perduran en el tiempo.
El hecho de desayunar como un rey disminuye los antojos, sobretodo de carbohidratos dulces, nos hace sentir menos hambrientos y hace que controlemos mejor el apetito durante el día, calma y reduce la ansiedad y las tentaciones. Es útil desayunar ligeramente para perder peso rápidamente, pero con el paso del tiempo los resultados no se mantienen. Si queremos mantener el peso ideal siempre es recomendable convertir al desayuno en la comida principal del día donde concentraremos el mayor porcentaje calórico.
No solemos relacionar lo que cenamos, con cómo nos sentimos al iniciar el día, y la verdad es que cenar de forma sana, pronto y con moderación aporta ligereza física y mayor alegría interior al levantarnos para afrontar el día.
La cena es la comida del día más importante a tener en cuenta para aquellas personas que deseen mantener el peso ideal o perder algún kilito con facilidad. A medida que pasa el día el metabolismo se enlentece y no se quema tan fácilmente lo comido, habiendo mucha más facilidad para acumular grasas. El consumo de proteínas (huevo, queso fresco, un poco de legumbre, tofu, carne de ave o pescado) ayuda a quemar grasas, procurando cocinar con poco aceite y siempre acompañada de un plato de verduras u hortalizas frescas.
Las cenas además de ligeras deben hacerse temprano para garantizar una mejor digestión y asimilación de los alimentos, evitando sobrecargar al hígado, padecer hinchazones, flatulencias y trastornos del sueño.
Comer más a menudo mantiene el nivel de glucosa en sangre más constante, evitando los momentos de desánimo y cansancio que a veces se tienen unas horas después de comer. Es necesario para ello parar un momento y hacer un bocadito a media mañana y otro a media tarde (a parte de las tres comidas principales). El hábito de merendar una pieza de fruta, un puñadito de frutos secos (nueces y avellanas), y/o un yogurt, nos hará sentirnos con más ánimos durante la tarde y resulta más fácil cenar menos cantidad.
Así que ya sabes, si quieres perder peso de forma saludable, efectiva y mantenerlo, desayuna como un Rey, come como un Príncipe y cena como un Mendigo, sin olvidarte de las entre horas a media mañana y tarde, la hidratación (mínimo dos litros de agua día) y la actividad física recomendada en cada etapa de la vida.
A continuación un interesante artículo publicado en nutricionline, sobre un estudio realizado por investigadores de las universidades de Murcia y Harvard, donde concluyen que lo que determina la pérdida de peso no es sólo lo que comemos, sino también cuándo lo comemos. Incluye video de la Doctora Garaulet hablando del estudio. BARCELONADOT